Presentación

Consecuencias físicas y psicológicas del sobrepeso y la obesidad

La obesidad se ha configurado en los últimos años como un importante problema de salud pública en los países desarrollados. La Organización Mundial de la Salud la considera como la “epidemia del siglo XXI”.

Las tasas de obesidad están aumentando no solo entre las personas en edad adulta; en los últimos 20 años, el porcentaje de niños con sobrepeso se ha duplicado y el de adolescentes obesos se ha triplicado.

Como sabemos, la obesidad es un importante factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades coronarias, puede elevar la presión arterial, los niveles de triglicéridos y de colesterol en sangre. Está relacionada con problemas respiratorios, anorexia y bulimia y favorece el desarrollo de la diabetes, enfermedades de la vesícula biliar, artritis, apnea obstructiva durante el sueño, cáncer de seno, colon y próstata, y problemas de la parte inferior de la espalda.

No debemos pasar por alto tampoco las consecuencias psicológicas de esta enfermedad, preocupación por el peso “perfecto”, insatisfacción corporal, seguimiento de dietas poco equilibradas, omisión de comidas, baja autoestima e introversión o fracaso escolar y de adaptación social son algunas de ellas.

La obesidad no es solamente un problema sanitario por la propia morbilidad que conlleva o por los costes que representa, sino que se trata de una enfermedad social que afecta a la calidad de vida de las personas que la padecen y a sus familiares.

La educación nutricional como solución

Todas estas patologías podrían mejorar en pacientes que decidiesen bajar peso.
La combinación de una educación nutricional y la promoción de unos hábitos de vida saludables (actividad física, fortalecimiento de la autoestima, etc) son sin duda, la estrategia preventiva y curativa más adecuada. El mejor tratamiento de la obesidad es su prevención, que debiera comenzar en la infancia.

En un momento en el que vivimos el auge de las llamadas dietas milagro, los profesionales del sector debemos hacer un llamamiento a la sociedad que provoque una mayor concienciación sobre la importancia de una buena alimentación.

No es necesario sufrir para llegar a un estado óptimo de salud y de peso en una terapia de adelgazamiento. Durante el camino recorrido hasta llegar a la meta, adquiriremos unos conocimientos y unos hábitos que, al finalizar el tratamiento, podremos continuar manteniendo de una manera autosuficiente para adaptar en nuestra vida cotidiana una dieta sana y equilibrada.

Con una correcta educación nutricional no sufriremos las consecuencias de las anteriormente mencionadas dietas milagro. Además de evitar el conocido “efecto rebote”, en el que la persona recupera todos los kilos perdidos durante el tratamiento e incluso supera su peso anterior; no será necesaria la ingesta de productos o pastillas de dudosa composición que habitualmente acompañan a este tipo de dietas, ni tampoco la restricción absoluta de determinados grupos alimentarios, que pudieran provocar desequilibrios en nuestro organismo.

"El objetivo prioritario es consumir una dieta equilibrada y variada, adaptada a las necesidades nutricionales de la persona, al mantenimiento de un peso ideal y de una salud óptima en todas las edades."

Se puede disfrutar adelgazando porque se disfruta aprendiendo a comer bien.

Es necesario creer en esta realidad para dar el salto hacia una mayor calidad de vida, ya que mientras nuestro cuerpo va notando los efectos positivos derivados de una mejor alimentación, nuestro estado de ánimo, confianza y autoestima también mejoran en consecuencia, haciendo que cada día vivamos el tratamiento no ya únicamente como una terapia de adelgazamiento, sino como una nueva forma de vida, una nueva manera de entender la alimentación, gracias a la cual podremos comer todo tipo de alimentos, pero de una manera sana y ordenada.

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